martes, 1 de abril de 2008

SANGRE EN EL OJO



EL OLVIDO Y EL SOPLÓN

Pamela de la Pinella es una mujer joven guapa valiente e inteligente y fue mi alumna en un último curso de periodismo. Hoy ya está titulada. No llega a los 25 años. Es hija del periodista –mi hermano-- Eduardo de la Pinella, asesinado junto a los colegas Pedro Sánchez, Willy Retto, Jorge Mendívil , Jorge Sedano, Amador García, Félix Gavilán y Octavio Infante, y el guía Juan Argumedo en un el paraje de Uchuraccay en Ayacucho hace 24 años un día como hoy.
Pamela sabe de la violencia. El Estado también. A ella no le tiembla la mano y distingue su país de la ilusión y ese de la guerra popular. Aquel donde se mataron los jóvenes más pobres del Perú y el otro que canta en la combi. La CVR dice que murieron cerca de los 70 mil. Yo digo que fueron más. Pamela sabe que no miento. La historia es más actual y no metafísica.
Hay un libro cruel: “Toda la sangre, Antología de cuentos peruanos sobre la violencia política”. Gustavo Faverón Patriu, es su creador. ¿Violencia política?
¿Cuál? La de la barra brava de la U o la que esta en forma de cómic en Guamán Poma de Ayala. La de la extirpación de la idolatrías y la que ocurre con los linchamientos en Carabaillo. El autor y su libro fabricó un vademécum policiaco. La literatura peruana cual ojo de comisario editorial. Es injusto. La violencia no es moda es historia: de Caral a Ilave.
Los escogidos, Miguel Gutiérrez, Zen Zorrilla, Dante Castro, Pilar Dughi, por nombrar algunos, no son apologistas del terrorismo como Faverón sugiere. Escriben contra la incomprensión de Vargas Llosa con su informe de Uchuraccay. El puma y no Mao, el mote y jamás Lenin. En los Andes se sueña como en las playas de Asia. Cada quien pide justicia a su modo. Aquello es subversión para Faverón en un país tatuados de seudónimos.

En Uchuraccay dicen que los marinos de Grau mataron a los periodistas. Nadie lo ha probado. Yo sé que mis colegas fueron asesinados porque quisieron escapar de esa máxima de la Dra. Hildebrandt: “Cuidado con lo que digas”. Pamela de la Pinella mira desde su ventana todas la mañana la imagen de su padre. Es su ejemplo. Ningún crítico literario de Cornell University podrá matarlo.

No hay comentarios: