martes, 1 de abril de 2008

LOS HUEVOS


LE CUELGAN PA' ARRIBA


Ya sé, Martha Hildebrandt sufre de demencia civil. Igual, fue mi maestra en San Marcos, así que le consulto sobre “El Rey de los Huevones”, la película chilena que se estrenó el jueves y con la nacional Angie Jibaja. Dice la Dra. que “huevón” es un americanismo que se utiliza masivamente como adjetivo vulgar, que se
dicen en principio del perezoso, como adjetivo despectivo, del imbécil, y que en Centroamérica al contrario, sirve para señalar al animoso y valiente. No les dije, las palabras son como uno, bellas e imperfectas. Tienen ADN, se clonan, envejecen y mueren.



En México se usa poco. Prefieren el “buey”. En Chile ya no es una “mala palabra” –que hubiese dicho Neruda ¿mala palabra?--y la escucho en la televisión por quítame estas pajas. En el Perú, su extensión: “huevonazo” sí que friega. Tiene la entraña de mismo veneno del insulto. Yo prefiero el “lorna”, que es acepción marina y acebichada, y ya saben que del mar todo se come, menos los tablistas, aunque la Mulanovich está como una cabrillita en salsa de ajo.



Cierto que del “huevón” ese salen: “hueveo”, igual flojo. “Huevas tristes”, igual tonto. “Huevees” igual, no me engañes. Pero insisto, el “huevonazo” sí que agobia. Y en este país del lobista perfecto, cuántos políticos y burócratas se lo merecen. No sé, muchos. Cuántos especialista y expertos deberían llevarlo tatuado en la frente. Varios. Cuántos peritos idóneos y marketeros. Cientos. Y cuántos asesores. Miles.



El huevoneo no es masculino. Agarra el sexo débil y se fija en los del tercer sexo. Le cae de perillas a ex ministras y es consustancial en las esferas de poder. Vive en Asia como en el clan trujillano. Habita en los blogs como en las web literarias. Se anida en los colegios y se esparce en los pasillos del Palacio de Justicia. Se infecta en los mercados y se entronca en los estadios.



¿Y los de las páginas sociales? Igual. Tienen plata y se ríen por huevos. Digo que el insulto favorito de mis alumnas es precisamente: “huevona”. O sea, que del huevo nadie se salva. ¿Y los futbolistas? ¿Y los del partido? ¿Y los fujimoristas? Todos ¿Y los periodistas? Jamás, ellos escriben con los capachos remachados, cantan boleros, son puntuales y no se huevean.

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